sábado, 22 de diciembre de 2007

Paseando por mi mente

Y el sol se desvaneció en el horizonte. Mis sueños, suspiros cansados de tanto prolongarse, componían la melodía del momento. Mis ojos se cerraban y se abrían, siguiendo el ritmo de un tambor pequeño y rojo. Mis pensamientos, mis reflexiones volaban a mi alrededor, enredándome el pelo. ¿O era mi mano?¿O era el viento?Las hojas, movidas por una brisa agradable, como el beso de un niño pequeño o, quizás, como el tic tac del reloj que te indica que la vida sigue, se arremolinaban a mi alrededor, formando graciosas espirales que me hacían sonreir. No recordaba cómo había llegado a ese sitio, ni cuánto tiempo había estado allí sentada. No recordaba cómo volver hasta mi propio nombre resultaba confuso, lejano. Allí, los nombres no importaban. Allí, nada era importante. Tan sólo el momento, tan sólo el disfrutar. Aspiré aire fresco, bebí del aire, de sus olores. Por mi mejilla se deslizó una lágrima, tímida, como pidiendo permiso para aparecer. El sol ya no estaba y comenzó a hacer frío. Entre las montañas, aún podía distinguir un atisbo de resplandor naranja pero el cielo, en su mayoría, era violeta por debajo y azul fuerte, casi negro, por arriba. Me sequé las lágrimas cuando comencé a atisbar las primeras estrellas del anochecer. Me levanté pero no me estiré. Me dí la vuelta y empecé a caminar en dirección por donde había llegado. Cuando llegué a la espesura del bosque, me volví. Había sido maravilloso. Pero no quería volver.

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